lunes, 29 de octubre de 2012

Leemos mas cuentos de la colección "Cuentos y leyendas de mi país" /11. Este es otro de los que mas nos gustó.

“Un encuentro de terror” de Miguel Ángel Palermo
Caminó y caminó. Y caminó hasta que se hizo de noche. Como no le gustaba dormir el aire libre, se apartó de la ruta para meterse debajo de un árbol que vio en el campo, a unos metros de distancia junto a unas piedras grandes. Ahí se sentó, estiro los pies cansados y comió la mitad del pan con queso. Se estaba empezando a dormir, cuando oyó unas voces que se acercaban. Era gente que venia de Jarana, con mucha risa. ¡Pero qué voces y risas raras! miro y vio que traían un farol para alumbrarse .Y gracias a esa luz, descubrió que los que venían tenían cuernos y colas largas. ¡Eran todos diablos! Iba derechito hacia donde estaba el pobre hombre, que entonces se dio cuenta de que había ido a meterse justo en el lugar de reunión de la diablada. Si salía corriendo, lo iban a ver, porque estaban en miedo de una pampita pelada, sin nada para esconderse. Así que hizo lo único que podía: se trepó al árbol. Por suerte la planta tenia muchas ramas y hojas, y ahí quedo, bien tapado. Los diablos llegaron y se sentaron debajo de él, que desde arriba los espió con cuidado. ¡Que feos eran! Cuernos retorcidos, caras coloraras, narices con verrugas, orejas en punta, dedos flacos con uñas largas y unas colas escamosas que daban asco. Feos, pero con ganas de cantar, porque empezaron a hacer palmas y a entornar con voces horribles una copla que decía así: Lunes uno, Martes dos, Miércoles tres y Jueves cuatro. Viernes cinco y... Y ahí se pararon. Bajaron los brazos como desalentados, miraron el suelo en silencio y el que parecía el jefe dijo, meneando la cabeza: -No hay caso, falta algo. Probemos de nuevo -y todos volvieron a cantar: Lunes uno, Martes dos, Miércoles tres y Jueves cuatro. Viernes cinco y... ...el se animo y, poniendo voz de diablo, agrego: -¡...y sábado seis! -¿Cómo? _pego un alarido el jefe diablo-. ¿Quién dijo eso? ¿Vos? -le pregunto a un demonio rechoncho que tenia al lado, sacudiéndolo por los cuernos. -No, yo no he sido -le contesto, asustado. -¡Fuiste vos! -grito señalando a otro diablo esmirriado que estaba mas allá. -¡No para nada! -dijo el flacucho, temblando. -¡ninguno de nosotros fue! -gritaron los demás. Entonces, el diablo mayor levanto el farol y miro para todos lados. Así fue que vio, entre las hojas, como se asomaba -¡te vi! -aulló el diablo-¡Bájate de ahí! Pero el hombre, claro, no le hizo caso. Entonces, los diablos se estiraron y le agarraron el pie. Tiraron y tiraron y se quedaron con la alpargata en la mano. Lo manotearon de nuevo y después de unos sacudones lo que consiguieron fue una media remendada. Pero al fin le pescaron un tobillo y lo bajaron- El hombre creyó que iba a morirse de miedo, pero en ese momento el diablo levanto los brazos y grito:-¡Eso estuvo maravilloso! ¡"sábado seis"! ¡Eso es poesía pura! ¡Eso es hermosura! ¡Eso es lo que estábamos buscando! -y mirando a los demás, les gritó: -¡Aplaudan, caramba! ¡No se queden ahí mirando! Aplaudieron a rabiar, gritaron entusiasmados, levantaron al hombre en andas y lo hicieron dar siete vueltas alrededor del árbol, repitiendo: -¡viva el poeta! ¡Viva el poeta! -¡Gracias, gracias!-dijo el homenajeado, cuando se calmaron un poco -.Pero ahora los dejo, porque se me hace tarde. No va a faltar oportunidad de que nos encontremos otras ves a cantar un poco. -¡No señor! - dijo el diablo jefe-.Vos no te vas a ir así nomás...El hombre creyó que se desmayaba. -¡No te vas a ir sin un regalo! -y ahí mismo chasqueo los dedos, hubo un relumbrón y una humadera y aparecieron un hermoso caballo ensillado y dos mulas negras, cargadas con unas enormes alforjas llenas de monedas de oro y plata. Los diablos lo acompañaron hasta el camino. Se despidieron y le recomendaron que no dijera a nadie qué había pasado, ni dónde se reunían ellos. Así fue como el compadre pobre cambio de planes y decidió no irse nada a la ciudad, sino volver a su tierra. Con parte de regalo compró de nuevo la chacra y todos los campos de alrededor, los hizo sembrar, los lleno de ganados y mando a construir una casa grandísima. Cuando el compadre rico se entero, lo fue a visitar para saber de donde había salido tanta abundancia. Como el otro no le quería contar, se hizo el ofendido: -¡que cosa! Somos como hermanos, te he nombrado padrino de mi hijo y ahora no me tenés confianza... Y al fin el otro, que era un ingenuo, le contó la historia, con todos los detalles

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